4 Después de esto resolvió Joás restaurar la Casa de Yahveh.
5 Reunió a los sacerdotes y a los levitas y les dijo: «Recorred las
ciudades de Judá y juntad cada año plata en todo Israel para reparar la Casa
de vuestro Dios; y daos prisa en ello.» Pero los levitas no se dieron prisa.
6 Llamó entonces el rey a Yehoyadá, sumo sacerdote, y le dijo: «¿Por
qué no has tenido cuidado de que los levitas trajesen de Judá y de Jerusalén
la contribución que Moisés, siervo de Yahveh, y la asamblea de Israel
prescribieron para la Tienda del Testimonio?»
7 Pues la impía Atalía y sus hijos habían arruinado la Casa de Dios,
llegando incluso a emplear para los Baales todas las cosas consagradas a la
Casa de Yahveh.
8 Mandó, pues, el rey que se hiciera un cofre, que fue colocado junto a
la puerta de la Casa de Yahveh, por la parte exterior;
9 y echaron bando en Judá y en Jerusalén de que trajesen a Yahveh la
contribución que Moisés, siervo de Dios, había impuesto a Israel en
el
desierto.
10 Todos los jefes y todo el pueblo se alegraron; y
traían la
contribución y la echaban en el cofre hasta que se llenaba.
11 Cuando llevaban el cofre a los inspectores del rey, por medio de los
levitas, si veían que había mucho dinero, venía el secretario del
rey y el
inspector del sumo sacerdote para vaciar el cofre; luego, lo tomaban y lo
volvían a su lugar. Así lo hacían cada vez, y recogían dinero en abundancia.
12 El rey y Yehoyadá se lo daban a los encargados de las obras del
servicio de la Casa de Yahveh, y éstos tomaban a sueldo canteros y
carpinteros para restaurar la Casa de Yahveh, y también a
los que
trabajaban en hierro y bronce, para reparar la Casa de Yahveh.
13 Trabajaron, pues, los encargados de la obra, y con sus trabajos
adelantaron las reparaciones del edificio; restituyeron la Casa de Dios a su
primer estado y la consolidaron.
14 Acabado el trabajo, entregaron al rey y a Yehoyadá el resto del
dinero, con el cual hicieron objetos para la Casa de Yahveh, utensilios para
el ministerio y para los holocaustos, vasos y objetos de oro y plata. Durante
toda la vida de Yehoyadá se ofrecieron siempre holocaustos en la Casa de
Yahveh.
15 Envejeció Yehoyadá, y murió colmado de días. Tenía 130 años
cuando murió.
16 Le sepultaron en la Ciudad de David, con los reyes, porque había
hecho el bien en Israel, con Dios y con su Casa.
17 Después de la muerte de Yehoyadá vinieron los jefes de Judá a
postrarse delante del rey, y entonces el rey les prestó oído.
18 Abandonaron la Casa de Yahveh, el Dios de sus padres, y sirvieron
a los cipos y a los ídolos; la cólera estalló contra Judá y Jerusalén a causa de
esta culpa suya.
19 Yahveh les envió profetas que dieron testimonio contra ellos para
que se convirtiesen a él, pero no les prestaron oído.
20 Entonces el espíritu de Dios revistió a Zacarías, hijo del sacerdote
Yehoyadá que, presentándose delante del pueblo, les dijo: «Así dice Dios:
¿Por qué traspasáis los mandamientos de Yahveh? No tendréis éxito; pues
por haber abandonado a Yahveh, él os abandonará a vosotros.»
21 Mas ellos conspiraron contra él, y por mandato del rey
le
apedrearon en el atrio de la Casa de Yahveh.
22 Pues el rey Joás no se acordó del amor que le había tenido
Yehoyadá, padre de Zacarías, sino que mató a su hijo, que exclamó al
morir: «¡Véalo Yahveh y exija cuentas!»
23 A la vuelta de un año subió contra Joás el ejército de los arameos,
que invadieron Judá y Jerusalén, mataron de entre la población a todos los
jefes del pueblo, y enviaron todo el botín al rey de Damasco,
24 pues aunque el ejército de los arameos había venido con poca
gente, Yahveh entregó en sus manos a un ejército muy grande; porque
habían abandonado a Yahveh, el Dios de sus padres. De este modo los
arameos hicieron justicia con Joás.